De la fila del cajero a la app: reordenar el dinero digital en la economía actual
¿Sabés cuál es tu presupuesto para el resto del mes? No me refiero a cuánto tenés hoy en la cuenta, sino a si podés responder, con certeza, cuánto vas a poder gastar en comida, transporte o alquiler sin recurrir a la tarjeta de crédito antes del próximo “sueldo” (porque cobrar hoy significa muchas cosas). Si la respuesta es “no” o “más o menos”, quiero decirte que no sos vos, es generalizado: según datos del Banco Central, a junio de 2025 más de 9,9 millones de personas tenían deudas con proveedores no financieros de crédito, como billeteras virtuales, lo que implica un aumento del 20% respecto al año anterior (BCRA, 2025).
El problema no es solo cuánto ganamos, sino cómo gastamos y cómo medimos nuestro gasto. Entre la inflación persistente, la digitalización acelerada de las transacciones y la facilidad de “patear” la compra con la tarjeta, hemos perdido el contacto con algo fundamental: la materialidad del dinero. Antes, un billete de $100 representaba algo físico, un límite visible, se gasta y no está más en mis manos; hoy, un clic en la app del banco o un pago con QR resta de un monto numérico, pero sin dudas que no causa el mismo efecto, queda en el eter ¿no?
En esta entrega quiero proponer un método de organización económica que traduzca el viejo ritual del dinero físico en un recipiente reservado en un sistema funcional a la era digital.
La pérdida de la materialidad del dinero
Hasta no hace tanto —antes de la pandemia, incluso antes— mi organización económica era concreta y táctil. Iba al cajero, retiraba el dinero planificado para gastos corrientes y lo dividía en sobres de papel etiquetados: “verdulería”, “almacén”, “yoga”, “psicóloga”, “servicios”. El efectivo tenía una virtud implacable: cuando se terminaba, se terminaba materialmente.
El uso de la tarjeta de crédito quedaba reservado para compras grandes, con sentido financiero: una heladera en 12 cuotas, por ejemplo. El costo de financiación estaba incluido, y no desordenaba la economía mensual. Hoy, en cambio, la tarjeta es el salvavidas para gastos corrientes, especialmente alimentos, y muchas veces se refinancia el saldo, acumulando intereses que superan el 100% anual (Ámbito, 2025).
Inflación y poder adquisitivo: el dato detrás del dato
En 2015, un billete de $100 servía para comprar algo. Según el INDEC, para mantener ese poder de compra hoy necesitaríamos $15.256,34, lo que implica una inflación acumulada del 15.156,34%. Pero este dato aislado es engañoso: en enero de 2015 esos $100 representaban el 2,18% de la Canasta Básica Total (CBT) para una familia tipo; hoy, los $15.256 representan apenas el 1,37%, un 37,15% menos en términos relativos.
En enero de 2015, una familia tipo necesitaba $4.570,42 para no ser pobre. En agosto de 2025, la misma familia necesita más de $1.100.000 (INDEC, 2025). Aunque los salarios del sector privado registrado crecieron un 77% interanual (Ministerio de Capital Humano, 2025), la inflación de servicios como vivienda, transporte y comunicación —con subas de hasta el 348% anual— desdibujó cualquier mejora real para gran parte de la población (CEPA, 2025).
El cambio de hábito:
del cajero al QR
La pandemia aceleró una digitalización que ya venía en marcha. Según el Banco Central, en 2020 por cada 100 extracciones de efectivo se realizaron 222 operaciones electrónicas, y el uso de homebanking creció un 93% interanual (BCRA, 2020). Hoy, las billeteras virtuales como Mercado Pago ofrecen funciones de “reservas” con etiquetas, que permiten asignar fondos para gastos específicos y, de paso, obtener un rendimiento cercano al 2% mensual.
No es magia: 2% mensual sobre $100.000 son apenas $2.000 extra, insuficientes para compensar la inflación. Pero sí es útil como herramienta de organización, replicando el método de sobres en un formato digital.
Un método para organizar el dinero en la era digital
Les propongo un sistema en cuatro pasos para organizar el mes de antemano, y bajar el uso de la tarjeta de crédito:
Stock inicial: calcular el dinero disponible en cuentas, billeteras virtuales y efectivo.
Lista de cobranzas (esto sobre para monotributistas): identificar pagos pendientes por cobrar y fechas estimadas.
Pagos fijos pendientes: ¿qué nos queda por pagar? asignar esos montos en reservas digitales etiquetadas para, por ejemplo, alquiler, servicios, impuestos y cuotas. Es decir, gastos que ya sabemos de antemano de qué monto son.
Gastos variables (sé que es lo más difícil): estimar montos para comida, transporte, salidas y gastos diarios. Pueden fijarse en meses anteriores (no se vayan muy atrás) lo que gastaron en esos conceptos y tratar de estimarlos a partir de ese número.
Por supuesto que si hay promociones con tarjeta, las pueden aprovechar. Pero bajamos el riesgo de sumar gastos y patear el obstáculo. Reservan el dinero en el mes actual, usan la tarjeta y la pagan con ese dinero al mes siguiente, a tiempo y evitando intereses.
Escenarios y decisiones
Escenario 1, ideal: todos los gastos están cubiertos con las reservas → no hay necesidad de endeudarse.
Escenario 2: faltan fondos para cubrir ciertos gastos → decidir entre generar ingresos extra o planificar un endeudamiento controlado, definiendo cuotas y fecha de cancelación.
Las tasas mensuales de tarjeta superan a la inflación y a cualquier rendimiento de inversión en pesos a corto plazo.
La prioridad siempre debe ser pagar el total del resumen.